jueves, marzo 30, 2006

Matemáticas en el Desierto



Las matemáticas que se estudian en la enseñanza básica tienen contraída una deuda de gratitud con los sabios árabes de la edad media que por medio de la introducción del 0 (ese maldito número que tanto gusta a algunos profesores) facilitaron la creación de los algoritmos (en honor a Al-Waritmi), que no son otra cosa que las reglas que conocemos para efectuar las operaciones y que eran completamente desconocidas por los griegos.
La enseñanza de esta disciplina, reservada a los hijos de los poderosos, se hacía acompañada del relato de historias intrigantes que estimulaban la imaginación de los pupilos. Una muestra de ellas la podemos encontrar en el libro “El hombre que Calculaba” de Malba Tahan.

 

 

Capitulo III: Donde se narra la singular aventura de los treinta y cinco camellos que tenían que ser repartidos entre tres hermanos árabes. Cómo Beremiz Samir, el Hombre que Calculaba, efectuó un reparto que parecía imposible, dejando plenamente satisfechos a los tres querellantes. El lucro inesperado que obtuvimos con la transacción.


        Hacía pocas horas que viajábamos sin detenernos cuando nos ocurrió una aventura digna de ser relatada en la que mi compañero Beremiz, con gran talento puso en práctica sus habilidades de eximio cultivador del Álgebra.
        Cerca de un viejo albergue de caravanas medio abandonado, vimos tres hombres que discutían acaloradamente junto a un hato de camellos.
        Entre gritos e improperios. en plena discusión, braceando como posesos, se oían exclamaciones:
        –¡Que no puede ser!
        –¡Es un robo!
– ¡Pues yo no estoy de acuerdo!
        El inteligente Beremiz procuró informarse de lo que discutían.

 

Somos hermanos, explicó el más viejo, y recibimos como herencia esos 35 camellos. Según la voluntad expresa de mi padre, me corresponde la mitad. a mi hermano Hamed Namir una tercera parte y a Harim, el más joven, sólo la novena parte. No sabemos, sin embargo, cómo efectuar la partición y a cada reparto propuesto por uno de nosotros sigue la negativa de los otros dos. Ninguna de las particiones ensayadas hasta el momento nos ha ofrecido un resultado aceptable. Si la mitad de 35 es 17 y medio. si la tercera parte y también la novena de dicha cantidad tampoco son exactas ¿cómo proceder a tal partición?

 

 

  –Muy sencillo. dijo el Hombre que Calculaba. Yo me comprometo a hacer con justicia ese reparto, mas antes permítanme que una a esos 35 camellos de la herencia este espléndido animal que nos trajo aquí en buena hora.
        En este punto intervine en la cuestión.
        –¿Cómo voy a permitir semejante locura? Cómo vamos a seguir el viaje si nos quedamos sin el camello?
–No te preocupes, bagdalí, me dijo en voz baja Beremiz. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a qué conclusión llegamos.
        Y tal fue el tono de seguridad con que lo dijo que le entregué sin el menor titubeo mi bello jamal, que. inmediatamente. pasó a incrementar la cáfila que debía ser repartida entre los tres herederos.
–Amigos míos. dijo, voy a hacer la división justa y exacta de los camellos. que como ahora ven son 36.         
        Y volviéndose hacia el más viejo de los hermanos, habló así:
–Tendrías que recibir, amigo mío, la mitad de 35. esto es: 17 y medio. Pues bien, recibirás la mitad de 36 y por tanto. 18. Nada tienes que reclamar puesto que sales ganando con esta división.  

       Y dirigiéndose al segundo heredero continuó:

        –Y tú, Hamed. tendrías que recibir un tercio de 35, es decir 11 y poco más. Recibirás un tercio de 36, esto es, 12. No podrás protestar, pues también tú sales ganando en la división.
Y por fin dijo al más joven :         

        –Y tú, joven Harim Namir, según la última voluntad de tu padre., tendrías que recibir una novena parte de 35, o sea 3 camellos y parte del otro. Sin embargo, te daré la novena parte de 36 o sea, 4. Tu ganancia será también notable y bien podrás agradecerme el resultado.
        Y concluyó con la mayor seguridad:
        – Por esta ventajosa división que a todos ha favorecido, corresponden 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero. lo que da un resultado – 18 + 12 + 4 – de 34 camellos. De los 36 camellos sobran por tanto dos. Uno, como saben, pertenece
al bagdalí, mi amigo y compañero; otro es justo que me corresponda, por haber resuelto a satisfacción de todos el complicado problema de la herencia.


        –Eres inteligente, extranjero, exclamó el más viejo de los tres hermanos. y aceptamos tu división con la seguridad de que fue hecha con justicia y equidad.
        Y el astuto Beremiz – el Hombre que Calculaba – tomó posesión de uno de los más bellos jamales del hato, y me dijo entregándome por la rienda el animal que me pertenecía:
        –Ahora podrás, querido amigo, continuar el viaje en tu camello manso y seguro. Tengo otro para mi especial servicio.
        ... Y seguimos camino hacia Bagdad.              

 



1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno lo que escribio